Introducción Este trabajo intenta describir y reflejar los diversos aspectos que ofrece la Festividad Religiosa en Honor a la Virgen de la Consolación que tiene lugar en la Villa de Sumampa Viejo, Dpto. Quebrachos, provincia de Santiago del Estero. Es una de las más antiguas del país –junto con la de Luján, Bs. As.-, manifestando una Fé que se acrecienta año tras año, convocando a miles de devotos de todo el país. Obviaremos aspectos geográficos (es una región serrana muy pintoresca), e históricos que se remontan, según Amalia Gramajo de Martínez Moreno, entre 8.000 y 10.000 años atrás. Por lo tanto, lo resumiremos remitiéndonos a lo específicamente religioso, que éste año 2009 se celebrará con un componente de singular importancia como es la Coronación Pontificia. La fe católica No olvidemos que la cruz y la espada signaron la fundación de Santiago del Estero. Con los conquistadores llegaron los primeros evangelizadores que pertenecían a la Orden de los Mercedarios. También los franciscanos, y al respecto Orestes Di Lullo dice que el mismo San Francisco Solano anduvo por Sumampa. Otros evangelizadores fueron de la Orden de los Dominicos y los Jesuitas. El Curato de Sumampa es creado en 1621 comprendiendo territorios de Santiago, Córdoba y parte de Santa Fe12. Acercándonos a las circunstancias que precedieron a la llegada de la Virgen diremos que una descendiente de Pedro Villalba contrajo matrimonio con un portugués, Antonio Farías de Sáa. La tradición oral y documentos del archivo del santuario de Sumampa Viejo dan cuenta de que Don Farías de Sáa, solicitó a un amigo suyo residente en Pernambuco, una imagen de la Virgen. Éste amigo le envió dos imágenes, las que protagonizarían los milagros más conocidos de todo el país13. A orillas del río Luján, en Buenos Aires, quedó una de ellas, la más morenita, a la que se guarda tal devoción que fue declarada Patrona de la República Argentina. La otra imagen continuó viaje en carreta hasta Córdoba, desde allí se decidió seguir su traslado a lomo de mula. Al entrar en Sumampa, el tropero descubrió que la mula que transportaba la imagen había desaparecido. La encontró en el casco de la estancia de Don Farías Sáa, su destinatario. Cuenta la tradición que la mula descansaba a la sombra de un gran tala y vanos resultaron los esfuerzos para moverla de allí. Debieron descargar la imagen y seguir a pié para entregarla a su dueño. Pero su destino sería la sombra del tala y allí se decidió edificar el santuario, en el mismo lugar en que se encuentra hoy desde su llegada en 1630. En 1692, el cura del santuario de Nuestra Señora de Sumampa, Diego de Corvalán Trejo, declara que Sumampa “no tiene indios, es curato con 50 estancias y 4 capillas”. No obstante, los indios abipones y los mocovíes constituían una amenaza por sus constantes incursiones. Eran el terror de la región del Salado y Sur de Santiago, Oeste y Centro de Santa Fe y Noreste de Córdoba. Sus ataques ocasionaron despoblación y pérdida de ganado. La pacificación de los indios llegó de la mano del Cnel. Juan Manuel Fernández, quien estaba al frente de la Comandancia del Dpto. Quebrachos con el encargo de frenar los malones que asolaban las poblaciones aledañas al río Dulce y al Salado. Éste coronel Fernández impulsó la radicación de familias en tierras ganadas al indio, y al mismo tiempo hizo levantar capillas para sostener la fe católica (G. de Martínez Moreno, “Las fronteras interiores”, Cuadernos de Cultura Nº 19)14. La capilla La capilla, austera, humilde, se encuentra ubicada en el Valle de Sumampa Viejo, la rodean hermosos cerros de mediana altura, un arroyo de aguas cristalinas discurre perezosamente, añosos árboles dan su generosa sombra, el paisaje realmente hermoso, invita a quedarse en él. Mauricio Villarroel, investigador museológico, en artículos publicados en la revista SUMAMPA, Dueño de lo Hermoso, Nov. 2002, en referencia descriptiva, nos dice que la capilla es de estilo colonial, carece de recubrimientos en fachadas e interiores. Continúa Villarroel, “El edificio fue construido hacia el año 1659 por los operarios de la gobernación del Tucumán, vecinos, la familia Farías de Sáa e indígenas Abipones con el asesoramiento arquitectónico de los padres de la Compañía de Jesús” 15. Los elementos usados en la construcción eran los propios del lugar: piedra, barro, paja, tirantes de quebracho y mobiliario de madera de algarrobo. Aporta Villarroel un dato muy interesante: una publicación en Londres, en el año 1825, dando cuenta de la existencia de ésta capilla, considerándola además ser “una de las mejores que se edificaron bajo la influencia de los jesuitas”16. Alrededor de 1770, la Virgen, por donación de los descendientes de Farías de Sáa, es propietaria de las tierras, que tomando el santuario como centro, se extienden una legua a los cuatro vientos. Como presentaba por ese entonces un estado de abandono, se pensó en construir un nuevo templo en el lugar llamado La Lagunilla, pero sólo quedaron del proyecto unas pocas ruinas. El templo fue reconstruido en su lugar original en 1778 y luego en 1808. Por ese entonces la devoción mariana se había extendido considerablemente17. Posteriores intentos de construir una Catedral a escasa distancia no pudieron concretarse. Los lugareños y los devotos atribuyen el fracaso de estos intentos a la voluntad de la Virgen de no trasladarse de su santuario, en una demostración más de sus poderes milagrosos. La festividad religiosa Año tras año los sumampeños empeñan sus mejores esfuerzos para celebrar las fiestas en honor a su Virgen de la Consolación, la madre de Dios, y lo hacen con el legítimo orgullo de ser poseedores de ésta tradición considerada su mejor tesoro. Formalmente y siguiendo el ritual religioso comienzan con la novena que convoca a los fieles desde el día 11 hasta el 23 de noviembre, fecha en la que concluyen con la gran procesión en honor a su Patrona. A su vez, año tras año acuden al santuario fieles de todos los puntos del país que en visita a la Madre del Consuelo le traen su agradecimiento y sus esperanzas. El Valle de Sumampa Viejo comienza a poblarse, cobra vida con la actividad de quienes conforman el aspecto logístico necesario para recibir a miles de promesantes, peregrinos, curiosos, turistas, vendedores ambulantes y también los proveedores de diversión mundana. Se organiza lo concerniente a seguridad, salud, comunicaciones, transporte, hospedaje, mejora de caminos y por supuesto todo lo relacionado con lo religioso, misas, bautismos, comuniones, charlas, encuentros. Los días 21, 22 y 23 de Noviembre muestran un constante ir y venir, la renovación de fieles es contínua. Colectivos de larga distancia, camiones, automóviles, combis, camionetas, motovehículos, transportan contingentes humanos que llegan a dar gracias a la Virgen. Muchos utilizan los mismos vehículos como improvisados alojamientos. Las incomodidades son superadas o más bien se diría que son un ingrediente más del espíritu que los anima. Aquí y allá se ven grupos compartiendo un mate, un asado. Otros festejando el reencuentro con quienes se conocieron en años anteriores. Están los que por necesidades laborales, de estudio, etc., debieron emigrar y aunque ya no tienen familiares en el pago, vuelven con la nostalgia de recuperar recuerdos de afectos y amistades. Las callecitas, de un enripiado suave natural, son transitadas por una marea humana; unos van, otros vienen, se producen encuentros con conocidos, a veces el saludo es casual puesto que detenerse significa ser arrastrado por el gentío. A su vera, los puestos de vendedores ambulantes ofrecen a la vista un extraordinario despliegue de artículos variadísimos, tanto de utilidad como también totalmente superfluos; ropa, calzado, joyas, artículos electrónicos, juguetes, herramientas, puestos que ofrecen juegos de azar, etc. Resulta interesante observar el comportamiento desde la mirada sociológica de la cuestión del género. Las mujeres sufren una atracción irresistible por lo que ellas llaman “bijou”: aros, anillos, colgantes, pulseras, dijes, cadenitas, collares, ejercen una tentación a la que casi, casi, la mayoría sucumbe. Los varones por su parte no resultan indemnes a la vista de un chivito al asador, al aroma de un choripán, un asado a la parrilla, todo lo cual asocia el acompañamiento de un buen vino o una cerveza bien helada. A la vocinglería de los vendedores ambulantes se suma la música que se desparrama por el valle, mezclando ritmos para todos los gustos, en altos decibeles que en apariencia, dadas las circunstancias, no causan molestias a los distendidos transeúntes. Hay también, a no dudarlo, un aspecto pagano que se da de manera muy evidente en cualquier manifestación como ésta, donde se convocan multitudes. Sin embargo se concilia perfectamente con el propósito confesado de quienes acuden movidos por su fe religiosa. Muy temprano, el día 23 de Noviembre se oficia la primera misa. Peregrinos de distintos puntos del país, llamados asimismo alumbrantes, se renuevan cada hora por cada oficio religioso hasta el mediodía. Por la tarde, con la presencia de la Jerarquía Eclesiástica y de autoridades provinciales, se celebra la solemne misa que precede a la procesión con que concluye el triduo. Las altas temperaturas del verano santiagueño no disminuyen el ánimo ni la fe de los fieles. La concurrencia es numerosa. Se siente fuerte, se está a punto de despedir a quien se ha venido a visitar. Pero, esa despedida es a la Madre de Dios, la Madre del Consuelo, la Madre de todos. Todos los asistentes allí, en ese momento son hermanos. Quizás al concluir, de regreso a sus hogares ya no sientan tanto, pero ese momento es único, su valor no puede ser medido materialmente, la dimensión espiritual en cambio, acompañará por siempre a quien lo vivió. Finalizada la misa, viene el turno de la procesión. Hay que decir que la organización es perfecta, todo está dispuesto para evitar inconvenientes, recordemos que la concurrencia es muy numerosa. La Virgen, una imagen muy hermosa, ricamente vestida, que representa a María con su hijo en brazos, es llevada hacia el anda, en la que será transportada. Al ser elevada a los hombros de los que la portarán se produce un momento de alto contenido emotivo. Hombres, mujeres y niños de distinta condición reflejan en sus rostros el sentimiento de adoración a ésa imagen que para ellos simboliza al mismísimo Dios en brazos de su madre. Un numeroso grupo de jinetes, vestidos orgullosamente con prendas gauchas, haciendo caracolear sus cabalgaduras, enjaezadas con adornos de plata, se ponen al frente de la columna para dar comienzo a la procesión: la preside el obispo, numerosos sacerdotes, monjas, laicos rodeando a la Virgen y tras de ella sus numerosos devotos. Es casi la hora del crepúsculo, la columna se pone lentamente en movimiento. El recorrido, por sus características es un componente más del ritual, debido a que unos 600 mts. antes de llegar a la villa se hace angosto y atraviesa las serranías a través de una bifurcación –ingreso y egreso- y entre ambos, elevaciones, ondulaciones y sinuosidades que permiten, según los puntos de su recorrido, tener visión el uno del otro. La procesión es lenta, transcurre entre plegarias, invocaciones, vivas a la Virgen, rezo del rosario. Por momentos se hace dificultosa por los accidentes del camino y esto trae momentáneos abandonos del espíritu de recogimiento de los participantes. Habrá quienes completarán el periplo completamente imbuidos del carácter sagrado de la manifestación, pero así también otros se distraerán del mismo y hasta es posible que se entablen casuales conversaciones. No obstante, la inminencia del final va creando el ambiente que se vivirá luego. La larga columna, dadas las características ya señaladas del camino, muestra un espectáculo muy interesante; mientras los rezagados ascienden por el camino de egreso, los de la cabecera, en sentido contrario descienden por el camino de ingreso. La observación entre ellos es mutua, y a su vez, desde una tercera posición, observar a ambos, la columna entera subiendo y bajando, proporciona una vista magnífica. Ya está llegando la virgen, repican las campanas, el valle multiplica su sonido, los vivas se hacen estentóreos, hay regocijo y júbilo entre los presentes. Y hay lágrimas... de alegría, de agradecimiento. Desciende la virgen, va a ingresar a su santuario. Se percibe un silencio profundo y fugaz. Estallan los vivas, se agitan pañuelos levantados al unísono, la despedida quedará en ese gesto, y en los rostros entre sonrientes y nostálgicos, embargados por la emoción de tantos fieles, que en silencio están diciendo... gracias madre de Dios, hasta el año que viene. El valle comenzará a despoblarse, el tañido de las campanas y el rumor de miles de voces quedarán flotando, resonando en las rocosas paredes que lo circundan. Lentamente, como lamentando interrumpir, el silencio vendrá a hacerse dueño por un año del paisaje tan hermoso. Notas 12. Ibídem, pág. 33. 13. Ibídem, pág. 33. 14. Amalia Gramajo de Martínez Moreno, La frontera interior, Cuaderno de Cultura Nº 19, Año XI, Julio de 1980, pág. 147. 15. Mauricio Villaroel, Sumampa dueño de lo hermoso, Noviembre 2002, pág. 10. 16. Ibídem, pág. 11. 17. Ibídem, pág. 11. Por Mario Edgardo Coronel Fuente |
jueves, 26 de marzo de 2015
Festividad religiosa en Sumampa Viejo
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